El film destaca por su elevado esteticismo, caracterizado por un audaz uso de la composición y el encuadre y las continuas referencias visuales a obras de artistas como El Bosco, Caravaggio o Magritte, y por su arriesgada mezcla de sexo y violencia.
Fue la primera europea que empleó imagen generada por computadora (CGI).
A los genios nunca se les puede dar por acabados, ni tras amortajarlos. Cuando ya daba por seguro que Argento estaba espiritualmente muerto y que no le quedaba nada que ofrecer salvo bochornosa mediocridad y gore casposo, de repente, a traición, vuelve a la vida desde su sepulcro para regalarnos una “póstuma” muestra de su mejor Cine.
Aquí, como es propio del mejor Argento, lo único relevante es la forma; el poder hipnótico de unas imágenes que se cuentan entre las más bellas y perturbadoras de su filmografía: algunas de un erotismo insano y fascinante, en las que Tánatos y Eros se abrazan hasta fundirse; otras preciosistas y repletas de guiños compositivos a las obras cumbre de artistas como El Bosco, Caravaggio o Magritte. Un Argento, y eso es lo que más agradezco, valiente e inédito, muy diferente en forma y fondo al de Suspiria, casi irreconocible. Que rezuma un algo que le hace parecer más un veinteañero lleno de talento y de ganas, que un sesentón resabiado y pagado de sí mismo... ¿No será que tras este “El Síndrome de Stendhal” se esconde en parte la mano de Asia?
Por si fuera poco, este Argento se permite el juego cinéfilo de convertir esta película en un evidente homenaje a Hitchcock llenándola de reminiscencias que retrotraen, además de a “Psicosis”, lo que resulta obvio, a la atmosfera fantasmagórica y obsesiva de “Vértigo” –solo hay que fijarse en la banda sonora de Morricone, que es la “hermanita pequeña” de la que compusiera Hermann, y en el personaje de Anna, fascinante imagen especular (en un sentido literal) del que interpretase Kim Novak, desmayo y chapuzón incluidos.
Ni sus aclamadas trilogías (la de los animales y la de las madres del mal) ni Profondo Rosso –que es un film de misterio por demás notable– son lo mejor que ha dado Dario Argento hasta ahora al cine en su oficio como director como se ha llegado a decir, sino que su trabajo mejor conseguido es La Sindrome di Stendhal, una película de la que no esperaba mucho y que tras el término de su visionado consiguió no sólo sorprenderme porque parece ser que al fin el maestro del giallo ha logrado llevar a buen puerto un guión: en él existe cohesión, agilidad, una estructura definida y parece que no queda un solo cabo suelto por atar –factores que suelen hacer falta en sus películas y por los que siempre se demerita su labor como director–, pero esos son sólo los detalles a favor en el guión de este thriller hitchcockiano con tintes de noir a lo Brian De Palma (Dressed To Kill) y que de giallo tiene muy poco.
El inicio de El arte de matar, hasta el título al castellano es bueno, es quizás de lo mejor que ha filmado Argento en toda su obra –que no sean elaborados asesinatos estilizados– y es por mucho una de las mejores escenas oníricas que se hayan filmado en la historia del cine, comparable con los sueños filmados por Buñuel o Lynch: una mujer deambula por las distintas salas de un museo, aprecia las pinturas con detenimiento y es como si los demás que están junto a ella le estorbasen, se detiene a observar los 2 cuadros más representativos de Boticelli, entonces algo parece no estar bien en ella, se mueve de sala y ahora tiene de frente la Cabeza de Medusa de Caravaggio que le causa malestar, pero al embelesarse por un momento con el Paisaje de la caída de Ícaro de Brueghel –situación que recuerda el momento en que el detective Scottie cayó rendido ante el cuadro de Carlotta Valdes en Vertigo– tiene un desmayo súbito que la transporta al interior del óleo, es ella misma y no Ícaro quien cae en esas aguas verdosas y ya estando bajo el mar es asediada por un horrible pez con rostro humanoide que la deja salir a flote hasta que le besa los labios grotescos. Al despertar los visitantes al museo le toman fotografías con descaro, ella lleva el labio roto y ensangrentado, pero lo preocupante es que ha perdido la memoria, ella siente como si dejara de ser quien hasta entonces había sido. Pero éste es sólo el primer sueño.
A partir de aquí se suceden una serie ininterrumpida de escenas surreales y otras que permiten tanto el desarrollo del thriller –que siempre nos mantiene en suspenso, dubitativos y preguntándonos qué más pasará–, así como el adentrarnos paulatinamente en la retorcida psique de esa mujer, la detective Anna Manni que –ayudada por distintos cortes de pelo–, pasa de frágil damisela en peligro (inicio) a heroína que no necesita de ningún varón para defenderse (quid) –el momento en que se enfrenta con el asesino en serie me hizo recordar a la teniente Ripley de la saga Alien– a una femme fatale vestida de blanco y rubia emulando a Lana Turner de The Postman Always Rings Twice (inicio de la segunda parte). Si en Trauma haciendo de una paciente de anorexia ya había dado muestras de su rango actoral, en La Sindrome Di Stendhal Asia Argento dando voz y cuerpo a Anna Manni consigue uno de los mejores papeles que una mujer ha podido interpretar en el cine, una transformación comparable incluso con la lograda por Hillary Swank en Boys Don’t Cry y que le mereció tantos premios. Ah, lo mejor que le ha dado Dario Argento al cine es su hija, Asia.
Lo mejor:
- Asia Argento. (Si sus ojos fueran claros parecería gemela de Marion Cotillard)
- La banda sonora de Ennio Morricone.
- El segundo sueño, cuando a través de la pintura en el cuarto de hotel Anna Manni recupera la memoria y el encuentro subsecuente que tiene con el asesino en serie. Todo esto recuerda demasiado a Mulholland Drive.
- Cuando Asia Argento intenta violar al personaje de Marco Leonardi, sí, Totó de Cinema Paradiso.
- Las intervenciones que tiene la navaja de afeitar.
- Cuando el graffiti cobra vida.
- Toda la segunda parte de la película: desde que se coloca la peluca rubia. (el detalle de la ilustración de Narciso en la fuente de Caravaggio dando a entender la doble personalidad de Anna, la muerte de Marie... ¡todo!)
- El final: es significativo que los hombres la carguen como si fuera una dócil mujer siendo que en su psique no se considera así.
La última película verdaderamente interesante y malsana de Argento, convertido en entrañable anacronismo y emperrado artesano de un tipo de cine que ya no existe, la fantasmagoría de un género. En esta ocasión propone una historia particularmente retorcida sobre la identificación entre víctima y verdugo (esa policía primero masculinizada, luego ultrafemenina y desequilibrada por completo que acaba por envenenarse con el objeto de su persecución) animada con su sempiterno discurso sobre el elemento artístico como abismo de peligros y fuente de fascinación enfermiza.
Rebosa de ideas potentísimas (la protagonista atravesando el cuadro "La ronda de noche" como si fuera una puerta o el momento en que aparece desnuda y completamente cubierta de pintura, convertida en febril obra abstracta, la "sequenza lunga" que abre la película en Florencia, etc...) y un simbolismo constante, con especial fascinación por la sangre como vínculo de unión y acicate erótico (la imagen inolvidable del villano cortando el labio de Anna previa violación o acariciando la mejilla de la joven con una cuchilla de afeitar clavada en la palma de su mano, momento este de una belleza incómoda y excitante), pero por desgracia acaba resultando dispersa y un tanto apagada más allá de estos fogonazos, con pegotes digitales verdaderamente indignos del talento del autor.
La música de Morricone es estupenda y Asia Argento aporta la necesaria turbiedad a su personaje pero la magia ya está ausente o solo asoma en contados momentos, conformando una película sugerente pero desaprovechada que hace pensar en lo que hubiera sido capaz de hacer Argento con semejante material durante su época de esplendor.
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Enlaces:
http://mcbastardsmausoleum.blogspot.com/2017/07/the-stendhal-syndrome-1996-3-disc.html
https://www.filmaffinity.com/ar/user/rating/289990/958748.html
https://verdoux.wordpress.com/2019/07/21/the-stendhal-syndrome-1996/
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