jueves, 19 de marzo de 2020

Revista Goria: LA HISTORIA DEL CÓMIC ERÓTICO

LA HISTORIA DEL CÓMIC ERÓTICO. Parte 1: Del arte y otras cachonderías

23 Septiembre, 2016
LA HISTORIA DEL CÓMIC ERÓTICO. Parte 1: Del arte y otras cachonderías
Por Adrián Nieve
Gorilas y gorilas, les traemos acá el primer episodio de una larga entrega acerca la historia del cómic erótico y sus principales representates. Obviamente el contenido es para mayores de 18, así que si eres menor de edad y estas leyendo esto...pues no hay mucho que podamos hacer al respecto más que decirte #ChiquitoMalcriado
PARTE I: Del arte y otras cachonderías
                
Un durazno carnoso chorreando de jugo mientras lo muerdes, la textura de una alfombra en la planta de tus pies descalzos, el olor del perfume de tu pareja mientras una enorme concentración de sangre se frota contra el interior de tu pantalón o la sensación debajo tu vientre que trae la visión de un tipo atlético y de ojos claros y brillosos que se ha acercado a hablarte. Lo erótico tiene muchos nombres y formas, pero todas lo definen como algo que nos genera deseo del tipo sexual y concorde con nuestra subjetividad y sus caprichos. Ya luego la filosofía, especialmente la estética, lo ampliaron a las ideas de la sensualidad y del amor romántico pero nada de eso quita la base de lo erótico: el deseo sexual.
Ahora, ha habido muchísimas representaciones de lo erótico en diferentes estratos del arte, pero también podemos observar variadas diferencias en cómo es visto según cada cultura y sociedad que ha lo ha plasmado de una forma u otra. Por eso definirlo se hace difícil, porque estamos hablando de algo que involucra las opiniones personales, las normas de una sociedad específica y los valores culturales, distintos de región a región. Esta ha sido la principal razón por la cual muchos han podido comparar a lo erótico con lo pornográfico, aun si estos no tienen nada que ver el uno con el otro. El primero es sutileza, el segundo es violencia. Pero, hay que admitirlo, toda esta mezcla de valores culturales, sociales y personales han hecho que sea delgada la línea roja que los separa.
Por eso acá solo se hablará de cómics. Cómics eróticos o de temática sexual. Así que prepárense y estén listos tanto para excitarse (un poquito) como para aprender una cosa o dos.
                     
Los cómics son un medio de expresión artística. Lo cual significa que están abiertos a ser usados para representar una diferente gama de cosas que sienten, sentimos o sintieron, los humanos desde el principio de los tiempos. O, bueno, desde que obtuvimos la complejidad de pensamiento necesaria para requerir expresar algo que pensamos en forma de arte en lugar de solamente gruñir al sol y sentirnos satisfechos. Y esta complejidad, como todo lo interesante sobre esta tierra, fue convirtiéndose en algo cada vez más y más, valga la redundancia, complejo. De ese modo obtuvimos todas las vasijasesculturaspinturas y telas que representan diferentes aspectos de la vida de todas las culturas del mundo a lo largo de los años que la humanidad ha estado activa. Es así que sabemos que los griegos no tenían concepto de pornografía, por ejemplo, pues eso no llegaría hasta la era Victoriana, o que estos mismos griegos preferían los falos pequeños pues los enormes eran considerados graciosos y no algo a lo que aspirabas. O que los romanos consideraban que una escena sexual era la mejor forma de decorar tu sala, pues estas eran vistas como algo de buen gusto. Y si no me creen nada más denle un vistazo a la Copa Warren.
Creo que es bastante lógico especular que desde que el primer cavernícola tuvo contacto sexual con alguna mujer (o animal, u hombre, no habían muchas distinciones en ese entonces) decidió que lo sorprendía tanto que tenía que hablar de ello todo el tiempo, pero como el lenguaje no era lo que es hoy, pues lo dibujaban en sus cavernas y pensaban en ello mientras a su alrededor crecían las sociedades y se formaban comunidades que se veían obligadas a crear conceptos universales para velar por la paz y la armonía. Si las comunidades se formaron por esa necesidad de supervivencia, también se sostuvieran en la promesa de que sin ellas solo quedaba la horrible soledad y, por ende, la muerte. Pero ¿qué hacer con el sexo? ¿qué hacer con algo que tenía más relación con la vida interna que la externa al momento del orgasmo? Pues, sin entrar en detalle, las diferentes culturas tenían diferentes visiones del sexo y todo lo que generaba. Es por eso que tenemos obras como el Kamasutra, que era una exploración espiritual del deseo humano, lo cual incluía la seducción y la misma infidelidad, además de la exploración del placer en diferentes aspectos de la vida humana. Y, de hecho, sorprende como los conceptos han ido cambiando con el paso de los años ya sea a nivel oriente-occidente, o continental, o incluso de ciudad en ciudad.
Pero avoquémonos al cómic. Quizá uno de los más famosos antepasados del cómic erótico sea el Shunga, que eran ilustraciones eróticas que se vendían en Japón como pan caliente allá por el 1700. Deseosos de mostrar la cotidianeidad de la nueva clase social chonin (digamos que los clase media de su época) tomaron el ukiyo-e, que eran pinturas hechas en bloques de madera, y empezaron a hacer representaciones idealizadas, eróticas y fantásticas donde se mostraba a gente de todas las edades en actos sexuales, en parte porque era divertido y educativo mostrarlo, en otra porque la sociedad condenaba el adulterio y las conductas reprobables en sociedad, lo cual limitaba el desenfreno sexual que era mostrado en los mismos shungas. Por lo general veías a un hombre y una mujer y muy poco arte con representaciones de sexo gay, mucho menos lésbico, aunque si veías varias con pulpos (desde ya), pero lo importante no es que haya habido mucho o poco de estas representaciones, sino que existían, los shungas eran un espacio en el que se mostraba todo aquello que la sociedad pensaba pero no decía. Estas imágenes eran arte erótico que consumía más el pueblo llano pues no tenían los recursos económicos para irse a visitar a las cortesanas de Yoshiwara, por ejemplo, entonces se conseguían una de estas imágenes y la gozaban. Los Shungas, también, eran muy interesantes porque representaban a la gente vestida (pues por los baños comunales los japoneses estaban acostumbrados a la desnudez) y siempre intentaban mostrar dos caras en cada personaje del cuadro. Una era la regular y la otra estaba dibujada en los genitales. Las expresiones siempre eran de exagerado placer o dolor y los genitales eran enormes en un sentido cercano al que aplicaban los antiguos griegos sobre los falos enormes. Así nacería la base de lo que es el hentai moderno.
                Arte de Katsukawa Shunsho, un capo del Shunga
Lejos de ahí, en la Inglaterra de 1731, William Hogarth creaba una serie de 6 pinturas llamadas A Harlot’s Progress que mostraban la trágica historia de Moll Hackabout que llega del campo a la ciudad de Londres y se ve obligada a convertirse en prostituta. Ahora, esa historia es muy triste y dista de ser erótica en los sentidos que le atribuimos a lo erótico hoy en día…pero en su época fue algo osado y estas pinturas se hicieron populares por ese coqueteo que tenían con el mundo subterráneo de los placeres prohibidos. Justamente esta historia inspiraría a Thomas Rowlandson a hacer A Rake Progress (1732-1733), otra tragedia que esta vez mostraba la decadencia de un joven heredero en el mundo de los, adivinen, placeres prohibidos. Ahora, si bien son tragedias y podrían ser utilizados como una lección moral de a qué es lo que te lleva una vida de exceso, son muy importantes pues pavimentaron todo para que durante la Era Victoriana (1837-1901) pueda crearse el concepto de pornografía del cual se valieron artistas como Aubrey Beardsley (1872-1898) para traernos su arte oscuro, perverso y grotesco, curiosamente basado en los shungas japoneses, pero representados con tinta negra. Aubrey era parte de un movimiento estético del cual también era miembro Oscar Wilde, con el cual tenía una divertida enemistad, un movimiento llamado esteticismo que buscaba que la literatura, la pintura, la música, el arte en general, favoreciese lo estético por encima de lo social y lo político, es decir que apuntara más a ser hermoso que a ser significativo. Esto podía significar desde hacer las cosas más sublimes como las más perversas, pues la belleza también puede ser representada por aquello que nos negamos a ver por mucho que esté debajo nuestras narices o que no vemos muy a menudo pero que sabemos que existe y de la cual, quizá sin saberlo, ansiamos su presencia. Aubrey tenía una actitud muy propicia para la decadencia pues buscaba representar lo grotesco en una sociedad atrapada por sus propias moralinas y ansiosa de encontrarle alguna salidita al morbo, lo cual lo propició como un autor que levantaba las pasiones de las personas, ya sea porque las horrorizaba al punto del ardor o les hacía picar el morbo al borde del excitamiento.
                                    Arte de Aubrey Beardsley
En 1875 nacería Donald McGill, uno de los artistas favoritos de George Orwell y también uno de los más censurados hasta su muerte en 1962. McGill se caracterizó por sus postales humorísticas y/o eróticas durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) que se manejaban con muchísimos innuendos, con personajes estereotípicos – quizá popularizándose como tales en este artista – tales como la jovencita atractiva y su contraposición que era la señora regañona y poco atractiva, además de otros famosos como el borrachín de mediana edad, la pareja de recién casados en situaciones ridículas que, en realidad, se reían de la sociedad y no con ella. Estas postales de McGill tienen más valor como comentario social que como parte de la historia de lo erótico, pero se incluyen porque retrataban ese coqueteo que se tiene con lo sensual a través de sus disparatadas sugestiones, que pasan por vulgares pero no por ello menos astutas. Esto caía muy bien en una sociedad inglesa que ahora tenía a los soldados regresando de su tour por Francia, con los labios llenos del jugo probado en las mujeres francesas, más expresivas en y abiertas al sexo y ahora creaban un contraste importante con las mujeres inglesas, más esclavizadas al trabajo y a las moralinas de las idiosincrasias de su país. Y en ese contraste se exacerbaba el deseo.
McGill es un paso importante a lo que luego sería Charles Gibson (1867-1944), quien estereotipó su propio tipo de chica platónica como la clásica pin-up norteamericana de Gibson, la que representaba el ideal masculino de belleza femenina de la época. La Chica Gibson era la fusión de la Chica Frágil, que tenían un tono respetuoso a la hora de dar sus líneas sugerentes, con la Mujer Voluptuosa, quien exhibía una figura poblada de redondeces y curvas sensuales pero que no era necesariamente vulgar, como solían ser los personajes femeninos que poseían ese físico en la concepción del estereotipo que tenía la gente de esa época. El resultado era una chica con el torso en forma de S que resaltaba con corsés, alta y voluptuosa pero delgada. La Chica Gibson era el símbolo de la juventud y la belleza efímera, usaba los peinados de moda, era relajada y tenía mucho estilo. Independiente y dueña de sí misma, buscaba mejorarse yendo a la universidad, aun si todavía pensaba más en el matrimonio y que nunca habría participado del sufragio femenino, el cual comenzó a forjarse en esas épocas como parte de la propuesta que se hacía de la Nueva Mujer independiente, propuesta de unas pocas mujeres cansadas del trato a su género durante esos tiempos. La Chica Gibson era estéticamente una provocación erótica aun si, socialmente hablando, era un objeto, una cosa más que caía en la guerra entre el macho Alfa y el Beta por su atención y por la abolición de este movimiento de mujeres que buscaba cosneguir la libertad de la Nueva Mujer Independiente. Nada de esto evitó, y hasta se diría que propició, que esta clase de aventuras y dibujos se popularizaran en Inglaterra y generaran importantes ingresos para famosas revistas como Blighty. Fue así que llegaron a un público cada vez mayor, mismo que a medida pasaba el tiempo necesitaban que las cosas fueran cada vez más y más atrevidas.
                   Las Chicas Gibson

LA HISTORIA DEL CÓMIC ERÓTICO. Parte 2: Las tragedias fomentan el deseo

4 Octubre, 2016
LA HISTORIA DEL CÓMIC ERÓTICO. Parte 2: Las tragedias fomentan el deseo
Continuamos con la revisión a la historia del cómic erótico, esta vez hablaremos de las Biblias de Tijuana, Rolf Armstrong, Alberto Vargas, George Petty y Norman Pett. Obviamente, no apto para menores de 18 (#YeahRight) y si quieren la parte 1, hagan clic acá.
PARTE II: Las tragedias fomentan el deseo
Pasemos a los años 20. La era del Jazz, el opio y la mota que sirvió como preludio a la Gran Depresión, ese momento tan terrible de la historia de la economía mundial que hizo que los norteamericanos buscasen placeres fuertes para contrarestrar las miserias trágicas del día a día. Durante esta década el erotismo se hizo un poco más picante y estuvo especialmente presente en Estados Unidos, en las ahora perdidas Biblias de Tijuana, pequeños libros de historietas en las que dibujantes anónimos mostraban las aventuras sexuales de personajes populares de la época, llamadas así porque por ser ilegales se creía que eran impresas en Tijuana. Estos libritos de historietas eran sexistas, racistas y todo lo que la cultura PC rechaza hoy en día. Pero eran populares. Bastante. Y tanto que ya era como el pan de cada día que los historietistas las condenasen pues las detestaban por ser algo que ellos consideraban denigraba a su oficio. Otros como Wesley Morse (el que creó a Bazooka Joe, por si acaso) hablaban mal del asunto y en las sombras ayudaban a dibujarlos y hasta son recordados como prolíficos dibujantes de este tipo de historieta…porque más allá de lo incorrectos que podían ser…pues, que les digo, se vendían bien. Y eso ponía en problemas a los dibujantes puesto que necesitaban sobrevivir en una economía que les pagaba muy mal, a tales extremos que cuando a Will Eisner le ofrecieron hacerlos se dio el gusto de decir que no lo haría por una decisión moral. Lo gracioso es que si leen algunas de estas Biblias de Tijuana es muy probable que no se escandalicen tanto, puesto que hoy por hoy son la clase de cosas que se muestran, menos gráficamente, en las películas más vulgares de comedia, por poner un ejemplo.
Las Biblias de Tijuana tuvieron popularidad durante 40 años, con una superior notoriedad durante los miserables momentos de la Gran Depresión, porque era divertidas en una sociedad que vivía torturada por la economía decadente y que no tenían un televisor con el cual distraer la cabeza al borde del olvido. Era arriesgado, además. Era sentir ese vértigo delicioso de estar viendo algo que, supuestamente, era condenado por esa noción de lo “aceptable” dentro la sociedad, pero es justo eso lo que hace que, desde una perspectiva, puedas ver a las Biblias de Tijuana como algo erótico, algo que de alguna forma te sacaba de las emociones comunes y, a través del deseo sexual, introducía un cierto vértigo en tu vida. En las Biblias veías a famosos en situaciones sucias y fantasías picantes que mostraban que hasta el más feo podía conseguir estar con la mujer más hermosa de todas. Estas Biblias, o “8 pagers”, pues de inicio solo tenían ocho páginas, por lo general presentaban historias mal pensadas, pobremente dibujadas, peor redactadas y cuya calidad era más cercana a la de una fotocopia durante los 90’s. Ya luego, durante los 30’s, los 40’s, los 50’s y los 60’s, el concepto no se movió mucho de estos humildes orígenes, y de hecho se sostuvo gracias a las diferentes crisis que asolaban a la población. Ya sea la resaca de la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, todas las situaciones afectaban al público norteamericano al punto de que encontraban la excusa perfecta para “traspasar límites”. Esta popularidad permitió que muchos autores, que luego serían figuras claves de la industria del cómic, desarrollasen sus habilidades. Hasta existen leyendas urbanas, de las que la más famosa es la de Mr. Prolific, un autor de Biblias de Tijuana, activo del 32 al 39, que podía imitar cualquier estilo de dibujo y que producía una cantidad obscena de historietas y que todos teorizan que era Doc Rankin. O la leyenda de Blackjack, la artista que Gershon Legman juraba que era una mujer (tremenda sorpresa para la sociedad de esa época). También están las muchas leyendas de los orígenes de estos libritos, que ni siquiera el gran Art Spiegelman ha podido definir con total seguridad. 
                      
En las biblias de Tijuana era habitual leer las aventuras de Blondie y DagwoodJohn DillingerPopeye, personajes de DisneyAnita la Huerfanita, Cary Grant, Rita Hayworth, Gandhi, Hitler. Todo era “tijuaneable” y respondía a la famosa regla 36 que los de 4Chan creen que inventaron. Todo es sexualizable, todo puede ser representado gráficamente cometiendo los más sublimes y los más perversos actos sexuales que podían caber en la imaginación de los autores de estos libritos. Ahora, muchos consideran que las Biblias de Tijuana son más una entrada en la pornografía, pero creo que es importante recordar que los años 20 eran una temporada de desenfreno para algunos de los estratos más underground de la sociedad (o sea los pobres) y que la clase media ya empezaba a levantar esa su carita con pucheros en contra de todo lo impúdico e inmoral. Lo cual siempre ocurre, pero que en esta ocasión, diríamos, no fue el puchero sexy que te hacen para convencerte de algo, fue el otro, el que más se parece al ceño fruncido de un cura mirándote con gravedad mientras te confiesas. Entonces tenías a los pobres bailando felices al ritmo del jazz y a los clase media envidiándolos hasta que la Gran Depresión los puso a todos al mismo nivel, aun si la clase media se seguía sintiendo más cerca de los ricachones. Así se hicieron consumidores más activos de las Biblias de Tijuana, lo cual era irónico porque eran los padres de las familias clase media los principales consumidores de estos escapes a las moralinas de la época. He ahí su importancia. Pensar fuera de las reglas, retarlas de repente, sentir el calorcito en el rostro mientras leías las aventuras eróticas de Mickey Mouse, el mismo Mickey al que tus hijos amaban tanto y al que tú, “amo” y “señor” de la casa, querías destripar porque te cansaba ver sus juguetes en cada centímetro de tu hogar, ese al que tus hijos hacían hablar con voz chillona y estridente mientras tu esposa te gritaba desde el piso inferior, acaso preguntándose porqué te tardabas tanto en el baño. Lo erótico, también, tiene un tinte pícaro y morboso, algo de límites traspasados tiene que haber para que funcione con eficacia y las Biblias de Tijuana eran una pequeña forma de lograr esto, precisamente. Quizá no tenían la finura que muchos asocian con el erotismo, quizá hoy en día puedan ser leídos desde el sexismo, pero es innegable su contribución al desarrollo del pensamiento erótico. No solo porque los padres de familia encontraban un refugio a tanta moralidad, un escape a sus realidades a través del placer y el deseo sexual, sino porque cuando estos padres de familia escondían sus Biblias de Tijuana, quienes las encontraban eran sus hijos, pequeños o adolescentes, que de pronto eran introducidos al mundo del deseo sexual, al mundo de traspasar los límites establecidos por lo legal y de ahí nacieron uno o dos exponentes del mundo del erotismo o la pornografía. Incluso del cómic, pero no muchos admitieron esto, ni tampoco es de conocimiento popular que estas historias pornográficas son los precursores del cómic underground.
Pero mientras algunos artistas se daban el gusto de hacer historias, digámosles, prosaicas, otros buscaban formas de que la gente pudiese apreciar la sensualidad de una manera más aceptada socialmente. Al menos eso hacía Rolf Armstrong (1889-1960), uno de los padres del pin-up, quien empezó a compartir sus diseños en calendarios excitantes pero socialmente permitidos que traían esa combinación de iluminación bien hecha, colores vívidos y, claro, modelos hermosas. En una sociedad machista la única sexualidad que compraba y vendía era la que revolucionaba alrededor de las preferencias masculinas, y las chicas pin-up tenían una estética que los hombres apreciaban y que podían disfrutar abiertamente. Bueno, a ver, no tan abiertamente, pero ustedes entienden. Armstrong era un perfeccionista que se negaba a pintar basándose en fotografías y que elegía con rigor a las modelos que representaría en sus pinturas, llego a pintar a grandes actrices como Greta Garbo, Marlene Dietrich, Katherine Hepburn e incluso convenció a Boris Karloff de que pose para él. Sus pinturas vendían tanto que hasta se puso una mansión donde pintaba a modelos todo el día mientras sus amigos se divertían con los barcos de su propiedad. Su trabajo era muy popular y se vendía muy, pero muy, bien. Pero su contribución sería más del lado de lo que inspiró en artistas como Alberto Vargas (1896-1982) y George Petty (1894-1975).
                    El buen Vargas.
Mucho más atrevidos que Armstrong, ambos artistas fueron muy importantes para el arte pin-up y para el desarrollo del arte erótico en general. Petty sería el autor de la Chica Petty, una de belleza idealizada e inconseguible, calificada como una diosa de la hermosura y el deseo que era dibujada con un realismo caricaturezco en sus proporciones, mientras que los hombres que la rodeaban eran simples caricaturas (algo así como Roger y Jessica Rabbit), mientras que Vargas era más popular como artista de las colas de los aviones que sobrevolaban Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Hijo de un fotógrafo peruano, Vargas tuvo una epifanía en un viaje que hizo a París junto a su padre, cuando a sus manos llegó un número de La Vie Parisienne, con portada hecha por Raphael Kirchner. Ese sería el primer momento definitorio de su arte, siendo el segundo, según lo que cuentan las leyendas, cuando se vio rodeado por muchas secretarias en una calle cerca a Broadway. Al parecer a Vargas lo emocionó mucho ver tanta sofisticación, belleza y gracia que, en la onda de historieta de superhéroe, juró que dedicaría su vida a glorificar a la mujer americana. Pero el éxito llegaría cuando fue contratado por el show Ziegfeld Follies para que pintase veinte cuadros de las Ziegfield Girls, es decir las hermosas coristas y bailarinas con que se acompañaba el variado acto de este legendario show norteamericano. A partir de entonces hasta los estudios cinematográficos contrataban a Vargas para pintar a actrices como Jane Russell, Ann Sheridan, Ava Gardner, Linda Darnell, Marlene Dietrich, Loretta Young y Marliyn Monroe. Luego de este y muchos trabajos más, Vargas trabajaría para Playboy, convirtiéndose en su artista primario y produciendo arte más atrevido para estándares morales más sueltos que cuando empezó su trabajo, pues mostraban poses explícitamente sexuales. Vargas fue legendario en el mundo de la ilustración erótica. Era un artista que amaba su trabajo y que produjo muchísimo, al menos hasta la muerte de su esposa, tras la cual ya no quiso pintar.
Petty, por su lado, fue muy popular con su Chica Petty, especialmente del 33 al 57, a tal punto que hasta le hicieron un film el año 50, titulado simplemente “The Petty Girl”. La Chica Petty se estrenó en la revista Esquire pero su repentina popularidad la llevó a postales, posters y calendarios que el público (masculino) compraba clamando que cuando tocabas el dibujo de una Chica Petty hasta casi podías sentir su pulso. Sí, claro. Lo cierto es que la borrachera de bragueta era fuerte en esos tiempos. Pero esto fue aprovechado por los altos mandos del ejército norteamericano y británico durante la Segunda Guerra Mundial, que repartían imágenes de la Chica Petty, y la chica Vargas también, entre sus tropas para levantar la, o sea, a ver, “moral”. Fuera de las publicaciones repartidas entre soldados, el hogar principal de la Chica Petty fueron Fawcett Publications, durante los 40’s, y Esquire, durante los 50’s. Petty creaba sus ilustraciones usando modelos a los que alteraba ligeramente sobre el papel, poniéndoles figuras diferentes, hasta mezclando características de otras modelos para poder ccrear lo que él consideraba el cuerpo perfecto. Las Chicas Petty eran monstruos, como el de Frankenstein, que nunca se volvieron en contra su creador y más bien le dieron fama de tener un toque mágico que nadie pudo emular. Y ya que estamos en esas, cabe aclarar que ellas tampoco reaccionaron como el monstruo de Frankenstein frente a su creador.
                     Chica Petty  
Pero ambos eran representantes de lo que son las ilustraciones, imágenes sin más historia que la que puedes intuir de sus ornamentos. Y si bien ya hubo comics anteriores a Jane de Norman Pett (1891-1960), este es importante dentro la evolución de lo erótico no solo por su forma de retratar la inocencia, sino porque cautivó a muchos con las historias que vivía Jane, tanto como con su propiedades más eróticas. Jane era una jovencita que se metía en problemas por su exagerada ingenuidad y cuyas peripecias la dejaban sin ropa. Con su fiel perrito Fritz, Jane Gay era ese tipo de personaje que siempre quiere estar alegre y que se popularizó en tiempos de la Segunda Guerra Mundial pues subía la moral de un público que reía con su ingenuidad y soldados que disfrutaban los momentos en que Jane quedaba en su ropa interior. En 1943 Jane, declarada por Churchill como el "Arma Secreta de Gran Bretaña", fue desnudada completamente y con eso levantó la moral (y algo más) a la 36ava División del Ejército Británico, aun si luego de ese momento la gente confesaría que lo que más disfrutaban de Jane no era tanto que se le viesen partes del cuerpo al desnudo, sino que era todo lo que no veían lo que los enganchaba tanto a las historias del personaje. Esto es vitalmente importante pues denota una preferencia por lo sensual por encima de lo obvio, los soldados que caían – en realidad a quienes hacían caer – en ese estereotipo fácil de ser motivados por fotos y dibujos de mujeres sin ropa, de pronto venían a decir que las preferían vestiditas. Pero no era solo que los soldados prefiriesen ser provocados con poca ropa que por desnudos, ni que la distribución de estas historietas por la guerra las hayan llevado a Europa entera, además de Estados Unidos, lo que de verdad hizo que Jane tuviera un status legendario que nunca pudo ser igualado, por mucho que otros autores trataron de utilizarla, era lo que Pett llamó “el desnudamiento de Jane en dos sentidos del término” cuando en lugar de hacer historietas de 4 viñetas autoconclusivas, comenzó a hacer una historia continua que podías seguir y que le daban un contexto y una trama a Jane Gay. Esto llevó a que se esperase el momento de loca ingenuidad que la dejaría calancha, tanto como la continuación de la historia, los periplos en los que se metía este atractivo personaje. Los soldados disfrutaban tanto de las historias y, no nos mintamos, los dibujos de la sensual Jane que hay una historia de un submarino en sus momentos finales que ante la vista de la muerte decidieron pasar sus últimos momentos leyendo el cómic del buen Norman. Lo interesante es que la primera bomba sexual de Gran Bretaña, la modelo Christabel Leighton-Porter no fue tan conocida como el dibujo que Norman hacía basándose en ella, mientras que miles de soldados esperaban con ansias los cómics que les llegaban por adelantado para enterarse qué aventura tendría su alter ego de los cómics. Finalmente Pett retiró a la hermosa Jane, dejándola felizmente casada, y pronto otras revistas intentaron emular su estilo en pos del mismo éxito, ya sea intentando sin éxito usar a Jane, como creando a personajes parecidos que brillaron pero nunca como la creación de Norman Pett. Un ejemplo de ello fue Male Call, una historieta solo para el ejército con un personaje muy parecido a Jane, además de Whiz Bang que ya de entrada fue considerada demasiado sexista y misógina, pero cuyo éxito ayudó a sostener a Fawcett Publications, el hogar de la Chica Petty y del héroe que luego se iría a la DC, el Capitán Marvel.

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